Solo tu sabías mejor que nadie que mi respiración no detiene el tiempo ni anula el espacio, que no soy el corazón de la tierra y que mis párpados no acarician el planeta. Me considerabas una atleta que corría descalza porque no podía soportar que sus pies se aislaran. Me conocías mejor que nadie y me lo diste todo, eras ese alguien que si me faltaba era como si me faltara el aire. Estoy orgullosa de poder decirte que no me derrumbé, que todas las noches pienso en la suerte que tuve de que hayas existido, que no he intentado olvidarte. Sé que el hecho de que te apartaran de mi lado superó mi capacidad de seguir adelante, que creía que era algo tan importante que se oiría en todo el mundo, que sería algo tan salvaje como una herida expuesta al agua salada. Que sentí un miedo terrible, como si alguien me lanzase miles de piedras enormes y por mucho que moviera los brazos no pudiera hacerlas desaparecer. Me encantaría poder decirte que no lloré, ni grité, ni maldije al mundo por haberte alejado de mi. Pero si puedo decirte que me negué a que me faltara el equilibrio o a que pasaras a ser una parte amputada de mi cuerpo. Que aún sueño con sentarme en tus piernas o con que tu barba me pique, que necesito que salgas en todas las páginas de mis álbumes de fotos.
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