Me he pasado toda mi existencia observando a los seres humanos, les he acompañado en cada sentimiento y en cada decepción, y puedo asegurar que no hay nada que admire más que su capacidad de levantarse de entre sus cenizas para volver a recomponerse. Nacen rodeados de personas que actuan como una capa protectora sobre ellos, que se pegan a su piel, que de una forma u otra les han echo lo que son, por quien darían un brazo o se tirarían a un volcán en erupción. Son personas que se convierten en una extremidad más, y que algún día, sin más, se van. Desaparecen y no solo escuece su ausencia, sino que además tienen que aprender a vivir sin ellas. A los humanos les amputan extremidades continuamente, y lloran, y gritan, y se levantan, y vuelven a caer. No debe ser fácil pero aprenden a caminar, y a veces, se pueden permitir algun que otro salto.
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