lunes, 23 de agosto de 2010

todo exceso lleva a la destruccion

Dicen que, antes de morirse, las estrellas brillan como nunca antes lo han hecho, que concentran toda la energía de una vida y la reproducen en forma de explosión, así se sentía ella. Pues la explosión de su nacimiento no debió de ser lo suficientemente grande ya que se había pasado la existencia viéndolo todo detrás de la verja, sin llegar nunca a atravesarla, empeñándose en medir y analizar la tierra que pisaba en cada paso que daba, temerosa de lo que pudiera pasarle. Vivía  por pura obligación, sentándose y viendo pasar las páginas del calendario, queriéndo echar las horas tras su espalda. Pero ese día,  por primera vez, rompió la verja sin dudarlo ni un segundo, llevándosela completamente por delante. Aprendió a detenerse cada segundo para medir y analizar cuanta vida corría por sus venas, a levantarse de su cómoda nube en la que se pasaba el día  suspendida y correr, correr hasta abrasarse, sentir que el agujero se le abría, que el pecho se le quebraba, que el estomago ardia en llamas. Pensó  que la vida se le acaba en ese momento, pues la luz que producía su extensa felicidad le convirtiría en una estrella más y algún día, dentro de millones de años, volvería a explotar como lo estaba haciendo ahora.

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